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846- 25 XII [1936]. Misa de Medianoche. Durante la Santa Misa la presencia de Dios me penetró por completo. Un momento antes de la elevación, vi a la Madre y al pequeño Niño Jesús, y al viejo Abuelo [269]. La Santísima Virgen me dijo estas palabras: Hija mía, Faustina, toma este tesoro preciosísimo, y me dio al pequeño Jesús. Cuando tomé a Jesús en brazos, mi alma experimentó un gozo tan inconcebible que no estoy en condiciones de describirlo. Pero una cosa extraña, un momento después Jesús se hizo terrible, horroroso, grande, doliente, y la visión desapareció. Poco después llegó el momento de acercarse a la Santa Comunión. Cuando recibí a Jesús en la Santa Comunión, toda mi alma temblaba bajo la influencia de la presencia de Dios. Al día siguiente vi (229) al divino Niñito un breve momento durante la elevación.
913 2 II 1937. Hoy, desde muy temprano, el recogimiento de Dios penetra mi alma; durante la Santa Misa pensaba ver al pequeño Jesús, como frecuentemente lo veo, sin embargo, hoy durante la Santa Misa vi a Jesús crucificado. Jesús estaba clavado en la cruz y entre grandes tormentos. Mi alma fue compenetrada de los sufrimientos de Jesús, en mi alma y en mi cuerpo, aunque de modo invisible, pero igualmente doloroso. Oh, qué misterios tan asombrosos ocurren durante la Santa Misa.
914 Un gran misterio se hace durante la Santa Misa. (271) Con qué devoción deberíamos escuchar y participar en esta muerte de Jesús. Un día sabremos lo que Dios hace por nosotros en cada Santa Misa y qué don prepara para nosotros en ella. Sólo su amor divino puede permitir que nos sea dado tal regalo. Oh Jesús, oh Jesús mío, de qué dolor tan grande está penetrada mi alma, viendo una fuente de vida que brota con tanta dulzura y fuerza para cada alma. Y sin embargo veo almas marchitas y áridas por su propia culpa. Oh Jesús mío, haz que la fortaleza de Tu misericordia envuelva a estas almas
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